¿Por qué he elegido esta película?
He elegido esta película porque conozco unas personas con movilidad reducida y que sus vidas tampoco están fáciles. Tuve discusiones con ellos para entender lo que era lo más difícil para ellos y lo que les da ganas de vivir. Esta película trata de un tema parecido, aunque más extremo, y quería profundizar mi conocimiento sobre el tema.
Resumen
Mar adentro es una película española ganadora del Óscar, filmada en 2004 y dirigida por Alejandro Amenábar.
Basada en hechos reales, "Mar adentro" narra la historia de Ramón Sampedro (Javier Bardem), un hombre tetrapléjico que durante casi treinta años lleva postrado en una cama al cuidado de su familia. Su única ventana al mundo es la de su habitación, que da al mar, donde sufrió el accidente que interrumpió su juventud. Desde entonces, su único deseo es terminar con su vida dignamente. La llegada de dos mujeres alterará su mundo: Julia (Belén Rueda), la abogada que quiere apoyar su lucha, y Rosa (Lola Dueñas), una vecina que intenta convencerlo de que vivir merece la pena. Ambas, cautivadas por la luminosa personalidad de Ramón, tendrán que replantearse, a partir de ahora, los principios que rigen sus vidas. Él sabe que sólo quien de verdad le ame le ayudará a emprender el último viaje.
La historia de Ramón Sampedro tuvo una importante repercusión en España, y renovó el controvertido debate sobre la eutanasia. En España, la asistencia al suicidio está penalizada. El juicio por la legalización de la eutanasia se celebró en 1993 y fue de gran interés mediático. Ramón se quitó la vida en 1998 con la ayuda de su amiga Ramona Maneiro.
Análisis
La temática planteada por la película tiene cierta actualidad puesto que está basado en unos hechos reales ocurridos hace apenas ocho años, pero por el cual todavía se sigue discutiendo.
Por desgracia, en Mar adentro no hay debate. Amenábar dedica más de dos conmovedoras horas al relato del drama humano de Sampedro. Sin embargo para reflejar la problemática en toda su dimensión, y para ser honesto con el resto de personas que sufren dolores parecidos a los del protagonista hubiera hecho falta el contrapeso. Es cierto que, de forma puntual aparece el padre Francisco, un sacerdote tetrapléjico como él, que intenta infundirle fuerzas para vivir. Pero él solo hace un resumen muy simple de “la cultura de la vida”.
Creo que la aceptación de la eutanasia es relativa en cuanto a las personas que tiene que morir. Pienso que no es un tema en el que se deba generalizar simplemente con un sí o con un no, puesto que cada caso que podamos encontrarnos será diferente en sí mismo.
En el caso de Ramón Sampedro encuentro que es algo que fervientemente deseó durante más de media vida, y considero que su insistencia en morir algo tiene que decir en todo esto. Era lógico que deseara perder la vida, pues siempre había sido un hombre con gran aprecio a la libertad y con gran ociosidad, y de repente, se encuentra con la imposibilidad de poder moverse apenas unos centímetros y sin ninguna posibilidad de mejoría. Había perdido todos los sueños y todas sus metas en un instante, quedándose en cama con una mente ociosa y activa trabajando sin parar y no pudiendo realizar cualquier cosa que ésta le pidiera hacer. Sin embargo, considero que no luchó lo suficiente por buscar otra salida, por buscar otra opción que le alejara de sus pensamientos suicidas, para poder sentirse pleno y realizado. Puede que su propósito de morir asistidamente estuviera justificado, y tuviera una razón de verdadero peso para querer hacerlo. Entonces quizás si se podría pensar en darle lo que añoraba, para que no tuviera que hacerlo como si fuera un delincuente, escondido, al margen de la ley.
Llegados hasta aquí, es inevitable la pregunta: “¿Se puede pues legislar para una generalidad desde la excepcionalidad?”. Dejando pasar un tiempo prudencial para asimilar la tragedia y ofreciendo los suficientes cuidados paliativos, además de las necesarias ayudas familiares, ¿habrá alguien más que Ramón Sampedro que opte por la muerte?